Venezuela
50 segundos. Ese era el tiempo que duraba la primera actuación de Joel Bordones (Caracas, 1993), coincidiendo con la duración de la luz roja de un semáforo de Distrito Capital. Solo hacía unos meses que había descubierto el circo a través de una asignatura libre de un ciclo universitario de electrónica que acababa de iniciar. Él entró con la intención de aprender algunos trucos de diábolo, nada más, pero el circo cuando te atrapa no te suelta. Antes de terminar el primer curso ya había decidido dejar los estudios, ya que en su cabeza no había espacio más que para entrenar diábolo.
Con ese entrenamiento casi obsesivo, pronto comenzó a recorrer escenarios por toda Latinoamérica. Intentó venir a trabajar a Europa en varias ocasiones, algunas de ellas ya con los contratos firmados, pero varias circunstancias (nacimiento de su hija, pandemia global, problemas con el pasaporte, etc.) acabaron por cancelar esos trabajos. Esta es, por tanto, su debut al otro lado del charco, y viene, según sus propias palabras “a dar lo mejor de mí y traerle alguno de los premios a mi hija”.
Para lograrlo, Joel presenta un potente número inspirado en un futuro distópico, donde ha incluido estructuras fabricadas por él mismo, y que conjuga la excelencia técnica con una gran potencia y dinamismo. Nada mal viniendo de una tímida rutina de semáforo de menos de un minuto, hace escasos 10 años.